EL VALOR DE LA SEGURIDAD

Ya hablaba Abraham Maslow de la motivación humana, allá por 1943. Su teoría psicológica -publicada en su obra Una teoría sobre la motivación humana y representada en su archiconocida Pirámide de Maslow- describe las necesidades que tenemos los seres humanos y su relación con la evolución hacia dimesiones más elevadas: cuando las necesidades básicas (parte inferior de la pirámide) se satisfacen, las personas tienden a desarrollar los niveles superiores como proceso para alcanzar la autocomplacencia. Así pasamos de cubrir nuestras necesiades fisiológicas hasta llegar a la autorrealización.

En esta cadena, en segundo puesto, tras la Fisiología, está la Seguridad y Protección (seguridad física, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud, de propiedad privada) y, después: Afiliación, Reconocimiento y Autorrealización. Maslow nos indicó entonces el valor de la Seguridad, que es uno de los tótem de nuestras sociedades. ¿Y por qué es tan esencial que nos protejan y que nos sintamos seguros? Pues porque la seguridad y la ausencia de miedo son sensaciones fundamentales para la felicidad. El arte budista lo define muy bien, con Abhayamudrâ, que es la figura que representa la ausencia de miedo y los aspectos de la perfección del don: confianza, coraje, vigilancia, concentración y sabiduría.

Aunque por todos es sabido que la seguridad total no existe, cierto es que podemos lograr una distancia congruente. Y esto es, incuestionablemente, gracias a las cualidades citadas, a la colaboración y, sobre todo, al trabajo de muchos profesionales que, para que el resto de los ciudadanos estemos protegidos y seguros, se juegan el bien más preciado: la vida.

Sin embargo, la realidad se empeña en ponernos más difícil nuestra meta. Los últimos acontecimientos de las filtraciones de información confidencial publicadas por Wikileaks nos plantea la urgencia de seguir trabajando más y mucho mejor en materia de Seguridad: cultivar la cultura de Seguridad, utilizar métodos cooperativos, implantar y llevar a cabo medidas concretas y operativas, diseñar estrategias previas, analizar los riesgos (intentar anticiparnos a lo más imprevisible, por loco que pueda parecer), etc. Lo que está claro es que, hoy por hoy, la Seguridad debe convertirse en verdadera estrategia, en y a todos los niveles.

La atención a las amenazas internas, la protección de infraestructuras críticas (que, finalmente, adoptará forma de Ley) o el control incluso de ataques evasivos son asignaturas que debemos estudiar a fondo, compartir apuntes y aprobarlas con nota. Son materias que tenemos que aprender, junto a nuestros “compañeros de pupitre”, y en las que lo privado y lo público son dos elementos irremplazables que avanzan en la misma dirección.